lunes, 26 de diciembre de 2016

Lola vuelve a los dieciocho 3/3

Se les acabó el tiempo, ya tenían que despedirse, pero les faltaron risas por reír y recuerdos por recordar, les faltaron reproches que reprocharse e historias que contar. Faltaba la lista de novios que se habían robado y las niñas que habían tocado a escondidas, los besos prohibidos y las historias de terror. Sólo habían sido tres años en la preparatoria, pero era como toda una vida que en sólo una reunión no cabía.
Apenas pudieron actualizar la información: una esposa, dos licenciadas, otra empresaria, una escritora, había maestras y maestros, un restaurantero, un capitán del ejército, un ingeniero, un cirujano plástico, como cinco divorcios, dos vueltos a casar, dos solteros, los demás bien casados y unos en proceso; los que vivían en la misma ciudad, los de fuera y los del extranjero; los hijos y los nietos, las esposas, los esposos y el asunto con los celos, las reglas y los permisos.
Pidieron la cuenta, pagaron entre todos, dejaron propina, se volvieron a abrazar y comenzaron a despedirse, caminaron hasta el estacionamiento y no terminaban de acomodar la fecha para la siguiente reunión.
-¿Entonces para cuándo la siguiente reunión? No se mueva nadie hasta que acordemos una fecha.
-¿Por qué no lo dejamos para dentro de un mes?
-Pero así va a ser difícil cuadrar la agenda.
-Hay que reunirnos para navidad.
-No, yo no puedo, voy con mis suegros.
-Yo tampoco, en esas fechas se me complica.
-En el primer puente de noviembre, para que vengan los de fuera.
-Pero muchos vamos a salir, yo voy a la playa.
-También voy a tomar vacaciones esos días.
-Bueno, me tengo que ir, me avisan en qué quedaron.
-Si yo también me voy, nos avisan.
Fijaron una posible fecha de reunión y luego cada uno subió a su carro y continuaron con sus vidas. En realidad había sido notorio que nadie quería dejar ir ese momento, deseaban estar otra vez allí, donde la risa brilla mejor que el oro. 
Llegó en silencio a su casa, Lola nunca había llegado tan tarde y sus hijas lo iban a notar. No importa, valió la pena… ¡cielos! Parezco de dieciocho otra vez, lo peor es que ahora me tengo que esconder de mis hijas. Mientras se desmaquillaba sólo podía sonreír.  Shhh, es hora de dormir… ¡Ya tengo a mi banda otra vez, gracias Dios! Apagó la luz de su cuarto e intentó dormir.
No había sido sólo un encuentro social, ni tampoco un acontecimiento de moda, no, ellos realmente tejieron los lazos de una amistad que no estaba perdida.  Así que con sus bemoles en la sintonía de lo cotidiano, había que agregar a “la banda”, ese grupo de personas que son la evidencia de los hechos épicos que un día vivieron, son testigos fieles de que alguna vez fueron jóvenes y bellos, son quienes dan testimonio de lo que ahora son como resultado de esos ayeres.
Entonces las familias sintieron al intruso en sus vidas, sintieron, tal vez, que algo podría perturbar la rutina y por eso, por eso, precisamente por ese motivo estuvieron felices de volverse a reunir. Había entrado a su vida algo nuevo, pero era también algo viejo, el derecho de antigüedad les daba posición de privilegio entre sus asuntos, y además esa parte en la que se rompe la rutina, pues simplemente resultaba genial.   


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Lola vuelve a los dieciocho 2/3

Era por eso que no quería echar a perder el momento, unas cuantas lágrimas de emoción romperían con la magia del momento. Después de todo, cuando salen lágrimas las personas se perturban reaccionando al dolor y lo que menos sentía Lola en esos momentos, era dolor. O tal vez si, el dolor de haberlos perdido tantos años, recuperarlos ahora cuando parece que todo va mejor, la vida comienza a brillar y este momento es un regalo esperanzador, tal vez por eso quería llorar, porque eso sólo lo podía saber, al verlos de nuevo.
Y en verdad no era una emoción solamente, ni las ganas de llorar, ni siquiera era la piel erizada, era algo que surgía de sus recuerdos, de la médula de su ser, era su yo verdadero que surgía para recordarle quien era realmente. Cuando se sentía reconocida por los demás, se reconocía a sí misma y ya no valía ni más, ni menos, sólo era aquella que sus amigos de la prepa recordaban. Era algo sostenido en el tiempo por un poder indestructible ¡No lo sabía! esa era la verdadera amistad que nunca se perdió, pasó por los años, las diferencias, las distancias, los golpes y los aciertos, las victorias y los fracasos. No importaba nada, eran nuevamente “la banda”, allí, otra vez, reunida después de veinte años.
Y los escuchaba hablar, cada uno hacía el mayor esfuerzo por pincelar un cuadro perfecto de su vida, usaron los colores del triunfo, de la avidez, de la perfección, lo hicieron por hábito y costumbre como lo marca la sociedad “todos exitosos y adinerados”, pero después del postre y varios brindis, algunos dejaron aún lado la fanfarronería.
Entonces comenzó la verdadera reunión, la camaradería los despojó de ficciones, se sintieron en terreno seguro, fue cuando aparecieron las nuevas confesiones, y se abrigaron unos a otros. Necesariamente estaba renaciendo la amistad, esa amistad que se había sembrado con secretos de ultratumba, confidencias a prueba de balas, esas cosas de chiquillos que nadie puede saber sólo los que estuvieron, en ese momento en el que todo se salió de control y ya no supieron que hacer, en esos momentos en los que nadie puede fingir, el yo verdadero sale naturalmente y son expuestos los instintos más profundos.
Así es como se conocen los verdaderos amigos, los que duran para toda la vida, a los que no se les puede engañar con pedantería o jactancia. Allí estaban, en un lugar seguro, hermético, privado, lleno de viejos amigos y renovados, compañeros de batalla.
-Vamos a tomarnos una foto para publicarla- Sugirió Lola, se levantó de la silla y llamó al mesero.
-Sí, hay que acomodarnos acá donde quepamos todos-  Apoyó Gina y organizó a todos para que saliera una linda foto de recuerdo, sería la foto memorable. Y entre que se levantaron para la foto y que realmente se tomara… Algunas se pintaron los labios, se acomodaron el cabello lo más espontáneo posible -pero a estas alturas ya cada una tiene su pose bien practicada- y bueno, los caballeros solamente se plantan frente a la cámara, que en este caso son los celulares de todos, y listos para la foto. Además los altos tapaban a las bajitas, había que reacomodarse, los panzones a la orilla, los que tenían esposas celosas mejor se acomodaron junto a un amigo. Se tomaron varias fotos para elegir la mejor, pero por alguna extraña razón, de todos los teléfonos sólo se eligió una en donde por fin todos salieron volteando a la cámara y sonriendo, las damas todas de acuerdo, aprobaron que se veían muy guapetonas, pero el celular con el que se tomó  tenía un defecto en el lente y la foto salió con una raya que atraviesa la imagen, desde entonces esa foto memorable es la única que conservan, la que tiene una raya por en medio.         
Ya entrados en confianza, las horas pasaron volando y los tomó por sorpresa la madrugada, los chistes más relajados permitieron que sin faltarse al respeto –eso jamás sucedería- sus corazones fueran eclipsados por un cariño sin malicia que los llevó al siguiente nivel, ahora eran como hermanos, de los que se escogen y no de los que te da la vida sin remedio, de los que puedes ver una vez al año (o a los veinte) y el cariño sigue presente, de los que si se enojan y se van, cuando vuelvan allí estará el amor.
Entonces idearon un sueño en común, estar juntos en la vejez, cuando ya nadie los aguante, se van aguantar entre ellos, cuando nadie los visite, se visitarán entre ellos. Porque la segunda mitad de la vida es más fácil: hay tolerancia, respeto, amor sin intereses y ningún compromiso que soportar, sino más bien el compromiso que se cumple por respeto: “si quedas en algo, cumple, sino, pues avisa.”  Y las diferencias entre ellos no causaban desaire o menosprecio, había más bien cierta curiosidad por la realidad del otro.
El que era masón, junto a los católicos; la  evangélica junto a la de la nueva era; la que acostumbraba la marihuana, junto al que la confiscaba; los del matrimonio feliz, junto a las divorciadas felices; los gorditos junto a los atléticos. Así de diferentes eran cada uno, pero cuando los une el mismo lugar de comienzo, los recuerdos y el cariño mutuo, lo demás está de más. Se apoyaron en sus debilidades, se comprendieron en sus errores, toleraron los desacuerdos y siguieron con madurez. Cualquiera se queda en un lugar así.
-Hay que vernos mañana, nos vamos al club y allí comemos.
-¿Mañana? Es muy pronto.
-Yo llevo las cervezas, las compro temprano.
-No, se van a calentar, las compramos allí mismo.
-Que las lleve en hielera, no seas menso.
-Yo ni tomo, así que me vale madres, hagan como quieran.
-Sí, cómpralas temprano para llegar a preparar micheladas.
-Te las llevas en hielera.
-¿Y ya le pediste permiso a tu mujer?
-Que no pida permiso, mejor que luego le pida perdón.

-No, no chingues, luego lo desheredan.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Lola vuelve a los dieciocho 1/3

Esta blusa me queda bien. Se miró al espejo y se dio cuenta que su apariencia era buena, aunque no como a los dieciocho años. Repasó su imagen de arriba abajo, dudó un poco, pensó en las arrugas que le rodeaban los ojos y los abrió lo más posible como para que se restiraran, alzó la cara para estirar la papada y se arregló el cabello. Después de todo no me veo tan mal, dijo.
Se había cambiado la blusa como tres veces, después se puso unos aretes que también cambió en último momento, se maquilló durante una hora y otro tanto para peinarse.  Estaba a punto de salir hacia  la reunión de amigos que organizaron a través de las redes sociales, habían transcurrido veinte años desde que se graduaron y no se habían vuelto a reunir.
Ojalá lleguen todos, estoy tan emocionada y nerviosa. Iba y venía por accesorios, se ponía y se quitaba, por fin se detuvo frente al espejo –otra vez-  para ponerse lápiz labial  e imaginó el instante en el que los tendría frente a ella nuevamente, a todos, juntos otra vez, sus amigos, los que marcaron su vida y quienes alegran su memoria con locuras de niños traviesos y le arrebatan una sonrisa, quienes nunca desaparecieron, sólo se mantuvieron en pausa, quienes conocen su esencia, origen y autenticidad, quienes representan lo que nunca volverá, pero en ellos vive y seguirá latente.
Lola sintió que un escalofrío le recorría por todo el cuerpo y la invadió un sentimiento de nostalgia que le llenó los ojos con lágrimas, ¡Ay no! No quiero llorar, no quiero ser la única que llore, es un momento feliz no triste, carraspeó un poco y se terminó de poner labial. Hija ¿cómo me veo? Preguntó a Sofi que la veía ir y venir, ya le había preguntado mil veces la misma cosa así que esta vez sólo le dijo: mamá ya vete, se te va hacer tarde. Se puso perfume y salió. Tenía que llegar antes que todos porque ella había hecho la reservación en el restaurante y tenía que ver cómo había quedado la mesa y todos los detalles.     
¿Quiénes irán a llegar? – Pensaba - Rita dijo que venía, mira que recorrer más de seiscientos kilómetros ¡Esas sí que son ganas de vernos! y qué bien que se acomodó la fecha para continuar su viaje a México a ver a su hijo, debe ser muy difícil tener un hijo en México y otra en París, yo muero cuando no puedo ver a Lucy y eso que sólo es una hora de camino... Y Beto que perdió a su hijo, caray eso sí que duele… ¡Mary, Gina! De inmediato se levantó de la mesa al ver llegar a dos de sus amigas.
Se había sentado en la mesa a esperar que sus amigos llegaran.  Era una mesa para ocho personas, sólo ocho habían confirmado y no estaba mal, en realidad era una reunión sólo para “la banda” no querían intrusos, ni ex compañeros que fingieran gusto de verse. Ellos querían un encuentro con  los verdaderos amigos, con los que se podían morir de la risa al recordar los salones de clase, el señor de los tacos de enfrente, la cancha de futbol y la siembra de los árboles en donde no había nada; el paso del tren a media clase y las vacas pastando por enfrente de los salones; los trabajos en equipo,  las escapadas por la ventana a media clase, los reportes y los maestros que dejan huella;  las primeras borracheras, las fiestas, los viajes prohibidos; los amores que rompieron el corazón, el embarazo a destiempo, las huidas y los rescates heroicos. La pérdida de los que se adelantaron en el camino.
-No puedo creer que ya estemos aquí,  llegó el gran día.
-Traje vino tinto y copas, que nos cobren el descorche.
-Yo no sabía que ponerme ¿qué tal me veo?
Mary, Gina y Lola se habían estado reuniendo cada viernes, le llamaban viernes de amigas y subían una o dos fotos al “feis”, entonces fue que algunos de sus amigos comenzaron hacerles comentarios y decidieron hacer la reunión. A los casi cincuenta años, con los hijos ya crecidos  -la mayoría en etapa de universidad-  algunos divorcios, algunos en segundas nupcias, algunas pérdidas, algunas ganancias,  casados y solteros, contados los nietos, pero ¡ya la banda tiene nietos!  Golpeados y abatidos, pero firmes y de pie,  porque en realidad de eso se trata la vida, de desgastarse y luchar casi hasta morir, y volverlo a intentar. Eso sí, todos con una sonrisa, la cabeza en alto, muchas pilas que consumir y los sueños que  están por soñarse, con la mitad de la vida a cuestas.
Llegaron todos casi al mismo tiempo, no terminaban de saludar a uno cuando ya llegaba el otro; se abrazaron, se reconocieron, descubrieron el paso del tiempo en cada uno, la escasez de cabello, las canas, los kilos de más, la piel gastada junto con la juventud, pero con aquella madurez que da personalidad y carácter.

Era como verlos en dos dimensiones porque en su mente sólo vivían los chicos de la prepa y ahora eran todos unos señores, y sus amigas guapísimas ¿Cómo lo habrán conseguido? No lo sabía, pero se sintió orgullosa, era como haber llegado a una meta parcial de la vida y todos ellos lo habían logrado. Tuvo que  aguantar las ganas de llorar con todas sus fuerzas, porque hacía tanto tiempo que no tenía esa sensación de ser parte de algo real, invisible y perdurable, algo profundamente valioso que en lo que dura un abrazo, después otro y otro, una explosión le recorrió por todos lados. 

jueves, 8 de diciembre de 2016

Los Reinos

No sé por qué, hace pocos días estaba tratando de  recordar aquellas ideas que me causaban verdadero terror por las noches cuando era una niña pequeña, eran esas historias que los compañeros de la escuela te cuentan, o los vecinos, o también las películas que pasaban en la matinee del canal cinco, ¿las recuerdas? "Chabelo y Pepito contra los monstruos", por ejemplo. Recuerdo las historias de vampiros, eran horribles, muchas noches dormí con pánico, incluso recuerdo que había un poster pegado en la pared con la fotografía de Shaun Cassidy ¿recuerdas La Familia Partridge? Él participaba en el programa, era guapísimo, allá por los años 70´s, yo tenía más o menos como cinco o seis años. Pues junto a mi cama estaba el fabuloso poster que mi hermana había puesto allí y yo por las noches veía claramente la imagen de un diablo, así que pasaron noches horribles en las que ni siquiera podía dormir.
Años después, como a mis catorce años, mi otra hermana recuerda que me levantaba en las noches con miedo diciendo "el diablo, el diablo" y nos reímos mucho al recordarlo, aunque ya no es tan gracioso cuando recordamos que nos dormíamos con la televisión prendida y nunca supimos quien la apagaba. Una día que estaba sola en mi casa, puse mi grabadora para bañarme y a medio baño se apagó, pero no porque se fue la luz, sino porque literalmente alguien movió la palanquita hacia la derecha para apagarla. Quizá te rías, pero quizá recuerdes que algo similar te pudo haber ocurrido. El tema aquí es reconocer que en verdad hay un mundo espiritual, como el aire que no vemos, pero sabemos que está porque lo respiramos, lo reconocemos cuando mueve las hojas de los arboles ¿no? Algunas personas se fascinan con esos temas y quieren hablar con muertos, o aprender más acerca de ese mundo de magia, hechizos, poderes sobrenaturales. Nos cautiva lo desconocido, lo que nos permite entrar a un mundo de poderes mágicos y manipulación.
¿Y qué pasa cuando nos cuentan historias de ángeles? “Iba a chocar y algo detuvo el auto”, “Se iba a caer y algo lo protegió”, “Me iban a robar y de pronto el asaltante se fue”. ¿No me digas que no conoces historias así? Debió haberte pasado algo similar, si piensas un poco más a fondo verás que siempre hay algo a tu favor, pero también hay algo en tu contra. Esto me hace pensar en aquellas imágenes de programas cómicos en donde presentan a un diablito muy gracioso que nos da malos consejos, pero muy divertidos,  y hay un ángel por el otro lado, casi siempre dándonos consejos aburridos. Estoy segura que eso es una realidad bastante distorsionada; porque la verdad dice que el enemigo de nuestra alma viene para engañar, matar y destruir… así que aquello divertido que te susurra el enemigo de tu alma, seguramente es un engaño que te llevará a la destrucción. Por otro lado sabemos que hay ángeles acampando a nuestro alrededor, tenemos ángeles asignados para ministrarnos, esto es, animarnos, protegernos, guiar nuestro camino.
El problema aquí es que nos hemos acostumbrado a ver el mundo de la magia y la brujería como algo poderosos y que tal vez un buen amuleto nos ayude con el  aumento en  las ventas de nuestro negocio. En cambio, cuando pensamos en ángeles, en milagros, en Dios, bajamos la guardia, nos sentimos sensibles y débiles, también aburridos y “ñoños”. ¡No hay mayor engaño en estas ideas torcidas!      
Pero entonces,  vayamos por partes, primero que otra cosa reconocemos que somos espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo contiene el alma y el alma contiene al espíritu. Lo que tus ojos ven, lo que oyes, lo que comes y lo que sientes, lo guardas en tu memoria, eso está en el alma.  Por eso es que mucho se habla de la sanidad del alma, porque allí están los recuerdos de todas las cosas que te hicieron daño, te rompieron el corazón y te causaron tristezas profundas. (O también están los terrores nocturnos de cuando eras una niña pequeña, como  en mi caso).
Actualmente existe una tendencia a tener pensamientos positivos, palabras agradables, declaraciones de bendición. Porque el alma alimenta el espíritu y si tenemos el alma llena de heridas, amargura, rencores, ese es el alimento que estás dando a tu espíritu.  Sin embargo, cuando las palabras que salen de tu boca edifican el alma, entonces tu espíritu estará llenándose de vida.
Y de pronto sentimos que es demasiado lo que tendríamos que arreglar, de hecho son cosas tan grandes que se convierten en gigantes.  La buena noticia es que aquel que nos creó, es muy bueno y tiene un maravilloso plan… Decidimos entonces conectarnos con el creador, porque el verdadero poder está en él, pero ¿cómo?
Hay un camino muy fácil, es el más seguro y es el que se ha recomendado a través de miles de años: acudir a un salvador, un guía, una luz en tu camino. Pero desafortunadamente el enemigo de nuestra alma ha creado muchas copias falsas de guías, gurús, maestros. ¿Cómo saber cuál es el camino? ¿Cuál es la verdad? ¿Dónde está la vida? ¡Facilísimo! Hay uno, el hijo del Dios viviente, ese que nos demostró con hechos reales que de la muerte, volvió a la vida, en tres días ya estaba resucitando para convivir con sus seres queridos durante cuarenta días antes de tomar su lugar de gobierno en su reino. Nos demostró, y aún el día de hoy está ocurriendo:  trajo a la vida a quienes ya habían muerto,  multiplicó la comida para más de diez mil personas con sólo cinco peces y dos panes, sano enfermos y ¡Ojo! Liberó a las personas de la opresión de demonios.
No sé tú, pero yo quiero seguir a un maestro vivo, que caminó sobre el mar y además entregó su vida por amor a mi persona. Y declara tajantemente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Es Jesús, el Cristo, que nació en Belén hace más de dos mil años, al comenzar su ministerio dijo: “¡El reino de los cielos ha llegado!”.  Yo quiero ser parte de ese reino, ver ángeles, orar por los enfermos y que sanen, echar fuera demonios, destruir las obras del mal y disfrutar del cielo en la tierra…  ¿Qué no oramos todos los días: “Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como ya es en el cielo”? La voluntad de Dios en su reino es salud, vida, abundancia. Se dice que en el cielo las calles son de oro, el mar es de cristal, y tenemos casas preparadas de piedras preciosas.
Una vez que lo entiendes y lo crees… ocurre. Mira, en la niñez tuve terror de ese mundo espiritual de maldad que me rodeaba y era real, aunque yo no lo sabía. Me aprisionó el miedo, me encaminé a un mundo de brujería y lectura de cartas, amuletos… es decir, caminé en el lado oscuro y Dios me rescató porque él es bueno. Claramente sabemos que una vez que hablamos con Jesucristo y le decimos “Señor Jesús, sé tú mi Señor, mi guía, mi luz, mi salvador” Entonces somos trasladados de las tinieblas a la luz admirable,  esto ocurre en el ámbito espiritual, pero de inmediato vemos los cambios en lo físico y material.  Mismo Jesucristo con todo el poder que actuó en él para resucitarlo, tomará tu vida para romper las cadenas que te atan y te hacen sentir vacío e infeliz. Él te rescata con gran despliegue de fuerza porque suyo es todo el verdadero poder.

(Breviario cultural.- Algunos demonios con los que ahora nos enfrentamos son: Corrupción, adulterio, fornicación, pornografía, homosexualidad, alcoholismo, drogadicción, tabaquismo, glotonería, ira, auto condenación, menosprecio, pobreza, escasez, esterilidad, enfermedad, brujería, manipulación, etc. Y sólo Jesucristo te puede liberar, acude a él) 

lunes, 14 de noviembre de 2016

El temor de Valeria

 Aquí sentada quema el sol, veo el mar frente a mí y no puedo avanzar hacia él, estoy petrificada, sólo puedo imaginar  lo refrescante que resultaría el sumergirme por completo en el vaivén de las olas. Se ven tan felices esos niños brincando la espuma del mar que llega a sus pies y luego se va, ¿No sé cómo pueden estar allí tan campantes? En cualquier momento una ola los arrastrará y quizá nadie los vea, morirían tragados por el mar, nadie se daría cuenta. El mar es tan grande, profundo, traicionero. Sí eso es, traicionero, cuando crees que ya vas a salir, zas te atrapa, te jala, te revuelca sin piedad. Y esas mujeres se lucen caminando hacia él para zambullirse, se sienten tan sexys y en un abrir y cerrar de ojos, quedarán atrapadas por las olas, sería su último aliento; quizá una entre y desaparezca, de pronto nadie la vuelve a ver y sin más su vida termina. Y yo sigo aquí sentada, hace tanto calor. Ya viene otra vez Pablo a molestar con que entre al mar.
-Métete, está riquísima el agua.
- No Pablo, gracias, no me gusta estar toda llena de agua salada.
-Vamos, después te enjuagas.
-No, en serio, prefiero asolearme.
No puedo creer que toda esa gente entre a nadar  tan confiada. Estoy acalorada, tendré que ir nuevamente a una regadera para enjuagarme y refrescarme un poco, no me vaya a dar una insolación.
-Señorita, ¿ya se va a remojar otra vez?, mejor nade un poco, el mar está muy tranquilo.
-¡¿Muy tranquilo?! Eso parece, pero en realidad las olas te jalan cuando menos te lo esperas o puedes caer a uno de esos hoyos extraños que se crean, y a ver, ni quien se dé cuenta.
-Pero güerita, es usted muy trágica, eso sería como no subir a un avión porque se puede caer, o como no viajar en carro porque puede chocar. ¡Métase!, no tenga miedo, le va a gustar.
-Pues sí, es lo mismo, por eso hay que andar con cuidado, debe uno medir sus propias fuerzas.  Ah, y no es miedo.
¿Será una obligación o un placer entrar al mar? ¡Qué señor tan molesto! En seguida entro a la regadera y siento como mi cuerpo se hidrata, creo que el agua al tocar mi piel hierve, burbujea y se evapora, como cuando echas unas cuantas gotas de agua a una sartén hirviendo. Me refresco de la cabeza a los pies y el buen humor regresa a mí, ya me siento más ligera, unos momentos bajo el agua de la regadera pública y ya soy otra.  Leeré un poco. Veo que pasa un mesero con su charola llena de cervezas y se me antoja una, ¡hey mesero!, me trae una cerveza por favor, voy a estar en aquella palapa, la de las toallas moradas. Me retiro el exceso de agua, tomo mi bastón y camino entre la gente, el arena quema y no puedo avanzar con rapidez, ojalá pudiera correr, pero busco los lugares que se ven sombreados para llegar a recostarme.
Me unto del aceite de coco que compré a los insistentes vendedores ambulantes, también compré un lindo sombrero de paja, de esos de ala ancha, y es que en lugar de nadar como todos, pues me asoleo y compro cosas; el mar es extraño, he visto cómo las personas caen y las olas los revuelcan, por eso también compré una pulsera de plata y más tarde me peinaré con unas trencitas, ya le dije a la doña que venga a peinarme después,  de seguro va a volver. Me recuesto bajo la sombra de la palapa y al fin llega mi cerveza, le doy un trago y agarro el libro que traje para relajarme, siempre un buen libro aquieta mis ansias de hacer  lo que no puedo hacer.
Pero cómo desperdiciar mis ojos en letras y más letras. En este lugar puedo sentir el sonido del mar, sentir las olas que rompen, sentir el calor del sol sobre mi piel, sentir el vuelo lento de las aves para luego apresurarse de picada sobre el mar y atrapar su presa ¡Qué armonía! Hasta el viento moviendo las palmeras, y un rocío que no se percibe, hacen que todos mis sentidos queden cautivados, creo que ya no tengo miedo. ¡Pablo, amor!, ya quiero entrar al mar, ¿me ayudas?
Camino sobre la arena mojada, el agua al fin toca mis trastornados pies y me detengo. Un poco más, me dice Pablo, y avanzamos. En donde rompe la ola siento que me caigo, pero Pablo me sostiene fuertemente. Ya puedo comenzar a nadar, más al fondo todo es muy tranquilo, allí está la cuerda donde uno puede sostenerse para sentir que en realidad… no somos nada. El mar es  inmenso, es bueno y está quieto, nos mece a su antojo, sostenidos en la cuerda subimos y bajamos al ritmo del oleaje, fácilmente  te pierdes en él, causa tanta paz… Me arrancó la angustia, el desespero, la ansiedad, somos como una sola cosa.   
Somos como una pintura de Dalí, como “La muchacha en la ventana” frente al mar, los tonos azules que me rodean, la sensación de humedad y calor, los olores a coco y mar, lo salado del agua, el sonido del viento y el graznido de las aves, y mi sonrisa idiota por estar aquí. Ya me quiero salir. Amor vámonos, ya tengo hambre. Nadamos hasta la orilla, me levanta con fuerza antes de que llegue la siguiente ola y me ayuda a caminar hasta la palapa; me recuesto, simplemente me dejé caer sobre el camastro.
- Fue cansado, el mar relaja tanto que cansa, ¿No crees Pablo?
- Si, nadar en el mar es muy cansado porque estamos en la orilla y batallamos contra el rompimiento de olas, pero en general es más fácil sostenerse en agua salada que en agua dulce.
- Vayamos a pescar, deberíamos rentar una lancha que nos lleve mar adentro y nadar un poco, eso sería diferente.
-Primero no querías nada con el mar y ahora ¿quieres pescar y nadar?
-Bueno, es que ya descubrí que el mar tiene su encanto y si he de morir porque mi avión se estrelló, o porque chocamos en carretera, entonces elijo que una ola de mar me trague para fundirme en la inmensidad.
Sentada en la orilla de la lancha, me sostengo de la barandilla de proa, veo cómo abriendo a su paso la anchura del mar, vamos dejando atrás todo lo que representa la estabilidad de pisar tierra firme, ahora estamos a la deriva, sin rumbo fijo, sólo avanzando; a excepción de que el experto dueño del bote sabe muy bien hacia dónde vamos para poder pescar y también sabe cómo volver.  Pero yo, que no sé nada de navegación, siento que estamos perdidos, el mar se ha apoderado de nosotros, somos presa fácil de su fuerza y soberanía, una simple ola violenta nos volcaría a su antojo y sería el fin. Aunque con el motor de esta lancha, parece que es el hombre quien toma el  mando sobre toda la extensión de agua salada, estamos rodeados: sólo el cielo, el mar y nosotros, el grupo de personas que pagamos para dar un paseo por el mar, pescar y nadar un rato.     
-Atención por favor, en unos momentos más verán a su derecha un conjunto de rocas, allí vamos a anclar el bote para el que guste, puede nadar un poco.
- Pablo, vamos ayúdame, quiero nadar para comprobar qué tan fácil es flotar en el agua salada como dices.
Me sumerjo en el agua y no quiero abrir mis ojos, eso arde. Nado hacia adelante y vuelvo pronto para sostenerme en la escalera que han colocado en la popa, nado otra vez con un poco más de confianza, pero me regreso. Me prestaron unos lentes para el agua, así que puedo ver sumergida, intento nadar hacia el fondo, pero se pone muy oscuro y vuelvo ¡Es el abismo! Nado hacia adelante, me sumerjo un poco, salgo y nado un poco más, quiero ir a lo profundo, pero se me acaba el aire y tengo que salir, necesito volver al bote, estoy cansada.
Me alejé demasiado, nadie me ve, preciso llegar porque las fuerzas se me acaban, floto unos momentos, pero el agua entra a mi nariz y empiezo a toser, me hundo, trago agua, ¿qué está pasándome? No puedo sostenerme, nado un poco más, pero el bote parece alejarse, ¿dónde está Pablo?, ¿por qué nadie me ve? Manoteo con las últimas fuerzas que me quedan, no consigo nada. Me sumerjo para descansar un poco, salgo para flotar sin fuerzas y una pequeña ola me cubre la cara y vuelvo a tragar agua.  Sabía que el mar  iba a robar mi último aliento, ya no puedo seguir, suelto mi cuerpo y me sumerjo sin poder hacer nada, la luz del sol se aleja  por encima de mí, cierro mis ojos. 
Todo está muy obscuro, estoy flotando en la nada, no es el agua, no  siento  nada, ni frío, ni calor, ni miedo, ni angustia, estoy sin estar, veo sin ver, escucho sin escuchar, una voz que me calma dice mi nombre:
-Valeria, Yo soy soberano sobre todas las cosas… tengo planes para ti… no es el fin.

Una mano me sujeta el brazo con fuerza, mi cuerpo está débil para reaccionar, siento un aliento de vida, abro mis ojos y está Pablo frente a mí, toso y expulso agua, recobro la respiración, veo la luz del sol y sé que estoy segura, estaré segura siempre aún en medio del mar, sonrío, abrazo a Pablo fuertemente y los dos lloramos. El sol brilla más que nunca. 

sábado, 12 de noviembre de 2016

Salsa para Juan (Microrelato)

“Cómo ve doñita, hoy voy a preparar de la salsa verde que le gusta a Juan” -le digo a doña Lupita, siempre compro mi verdura con ella porque está cerca de mi casa-. Pongo todo en el comal, menos el ajo, ese va sin asar. Los tomates y los chiles ya humean, les salen burbujas y truenan, entonces sé que ya están para el molcajete. “¡Las tortillas, no las compré!”, “¡Pepe!”, -le grito a mi hijo-, “vete por las tortillas.” La casa huele bien, hay tres lugares en la mesa, me arreglo y me perfumo, el tiempo pasa, el reloj rompe con la tarde, la noche aparece estrellada, y mi esposo nunca llegó.

La Verdadera Pascua (Paste 2)

En el escrito anterior hablamos del verdadero origen de la Pascua, es una fiesta que Dios marcó para que se celebrara para siempre, fue cua...