Isaías 26:1-3
En
aquel día, todos en la tierra de Judá cantarán esta canción:
¡Nuestra
ciudad es fuerte! Estamos rodeados por las murallas de la salvación de Dios. 2
Abran las puertas a todos los que son justos; dejen entrar a los fieles. 3
¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que
concentran en ti sus pensamientos!
Qué hermosa oración nos dejó el profeta
Isaías hace miles de años, incluso todavía no había nacido el mesías, Jesús
nuestro salvador, y el profeta ya veía el gozo de la tierra de Judá.
El día de hoy leemos “murallas de salvación”
y sabemos que se refiere a Jesucristo ¿Quién más sería nuestro salvador?
Recuerdo cuando Jesús se apareció a dos de sus discípulos después de haber
resucitado, iban camino a Emaús y les dijo…¡Vamos a leerlo!:
27 Entonces Jesús los guio por los
escritos de Moisés y de todos los profetas, explicándoles lo que las Escrituras
decían acerca de él mismo. (Lucas 24:27 NTV)
Así que entonces el profeta Isaías habla de
Jesús como nuestras murallas de salvación ¿No es maravilloso?
Pero vamos a reflexionar un poco más, en
aquellos días era muy fácil entender el concepto de una ciudad amurallada,
porque si has visto películas o series, entenderás que Judá o Jerusalén, o
alguna otra ciudad de aquellos tiempos estaban delimitadas por murallas, en las
murallas habían torres altas en donde se encontraban los atalayas quienes
vigilaban para dar aviso si se aproximaba algún enemigo o algún peligro.
La ciudad tenía puertas por donde entraban
mercaderes o salían los ciudadanos para después volver a su ciudad de refugio,
su ciudad amurallada. ¿Qué había dentro de aquellas ciudades? Pues ciudadanos,
un rey, los ejércitos del rey, había una economía, mercaderes, comerciantes,
papás, mamás, hijos, etc.
¿Te los estás imaginando? Bien, pues si
Isaías profetizó un canto que dice: “¡Nuestra
ciudad es fuerte! Estamos rodeados por las murallas de la salvación de Dios”. Entonces
mi oración se convierte en ese canto.
Es una declaración escrita por el Rey de
reyes, el cual me ha hecho su hija, y me dice que estoy junto con Cristo en los
lugares celestiales. Eso me da la autoridad de tomar el decreto del Rey y
declarar sobre mi vida: ¡Somos ciudades fuertes amuralladas por la salvación de
Dios! Y me estaré refiriendo a mi negocio, a mi familia, a todo lo que para mí
incluye mi ciudad.
Después dice: 2 Abran las puertas a todos los que son justos; dejen entrar
a los fieles. Allí estamos nosotros, no hay prohibición, es más bien una
invitación para entrar con toda confianza a esa ciudad amurallada donde no
habrá ningún peligro. Entonces recuerdo el Salmo 91 “El que habita al abrigo
del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”… “Lo saciaré de larga vida
y le mostraré mi salvación” ¡Aleluya!
¿Por qué vivimos angustiadas? Jesús nos pide
sólo una cosa: “Entren a mi descanso”. ¡Dios qué difícil puede resultar esa
sencilla cosa! Necesitamos su ayuda, entonces dice:
3 ¡Tú guardarás en perfecta paz a todos
los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos!
¡Ya está! Mantenernos concentrados en Dios…
esto es: No te concentres en tu problema, no te concentres en la enfermedad, no
te concentres en las deudas, no te concentres en los contagios… Sólo en Dios
¡Sólo en Jesús!
¿Sabes qué he experimentado? Después de mi
tiempo de oración, me relajo, sé que Dios ya me escuchó, entonces me pongo a
cocinar feliz, o a trabajar cantando, o cuando se puede veo una película, como
palomitas y sé que todo estará bien.