Comenzaré
explicando que aunque escribo sobre cosas del cielo, ángeles, bendiciones
celestiales, etc. Esto no quiere decir que vivo negando la realidad en la que
estamos viviendo. Entiendo, veo y vivo todas las malas noticias que nos rodean,
noticias que como país no quisiéramos escuchar, noticias del mundo que nos
dejan con la boca abierta por tanta maldad; igualmente escuchamos cosas
tremendas en nuestra ciudad, incluso con nuestros vecinos o amigos. Y cuando se trata
de la familia es mucho más doloroso.
Guerras, rumores de guerra, catástrofes naturales, la maldad
de los hombres, a lo malo se le llama bueno y a lo bueno se le considera malo.
La frialdad del ser humano de unos contra otros, el amor distorsionado de sí mismos, las
tendencias de corrupción, suicidios, secuestros, robos, asesinatos, una
perversión que no se tolera ni se alcanza a comprender, etc., etc.
Sí lo veo, sí me duele mi corazón, sí acudo a Dios para que
nos ayude a soportar y seguir avanzando, pero en ello, en estas oraciones es
cuando digo: “quizá lean lo que escribo tres o veinte o cincuenta, o los que sean; pocos o
mucho tienen que saber que hay un futuro y una esperanza”.
Dios sí nos habla, Dios sí nos ama, él no está enojado, no
está enviando juicio porque ya todo fue pagado en la Cruz, Jesucristo dijo “Consumado
es” y él no hace nada a medias. La pregunta es: “¿Cómo lo van a saber si nadie
se los dice?” Por eso escribo todas estas cosas, para que los que se acerquen,
crean que es real, que Dios perdona a todos aquellos que le buscan y somos
apartados de toda la maldad que va a suceder porque está escrito.
Vivir tomados de la mano de Jesús, te empodera, te hace fuerte, te lleva a la victoria y quizá a tu alrededor muchos se molesten y se enojen sin saber por qué. Ni modo, así son las bendiciones, hacen enojar a muchos, pero ese no es tu problema, quizá algún día se acerquen para recibir lo mismo o más. La invitación es para todos.
Busquemos la verdad del cielo que destruye una realidad sin luz. ¡Busquemos a Jesús!