Muchos de ustedes ya saben que soy una mujer de oración, y por si no está clara esta idea, significa que disfruto grandemente el tiempo que paso hablando con Dios. Es un tiempo en el que he aprendido a platicar con Dios y platicar significa un diálogo en en que dos personas hablan y escuchan. Así que antes de entrar al quirófano estuve orando, lo que más deseaba era sentirme en los brazos de mi amado, quería que las aguas turbulentas del nerviosismo estuvieran en reposo. Le pedí a mi Señor Jesús que le quería ver, que me llevara al cielo mientras estuviera dormida... La verdad, que yo recuerde conscientemente, eso no ocurrió, pero definitivamente él estuvo allí.
Cuando me despedí de mis compañeros de la sala de pre-anestesia me llevaron por un pasillo largo, entonces le dije al doctor Silva (Este doctor es un joven de aproximadamente 35 años, seguramente el doctor López Gavito quien me operó, le asignó la responsabilidad de estar al tanto de mi caso porque fue quien me llamó para hacer el cambio de fecha para la operación, él me recibió en el área de hospitalización para mi ingreso, también me visitó antes de la cirugía y me explicó el proceso que se iba a seguir, fue por mí a la sala de pre-anestesia y estaba allí cuando desperté de la anestesía). Por el pasillo le comenté que era un pasillo muy largo y me respondió que eran diez quirófanos y a mí me asignaron el número uno que estaba al final del pasillo. Entonces le pregunté que si hacían diez operaciones por día y mi sorpresa fue saber que sólo en el primer turno, porque por la tarde hay un segundo turno y se hacen otras diez operaciones sólo en esa área del hospital, más las demás especializaciones.
¿Te imaginas cuántos milagros se llevan acabo diariamente en ese hospital? Tengo que expresar la tristeza que siento al saber que el gobierno ha decidido disminuir el presupuesto sólo para invertir en las campañas políticas para las próximas elecciones. Si nuestros líderes responsables de estas decisiones no cambian esa mentalidad retrógrada y en lugar de hacer fiestas exuberantes para las elecciones, decidieran aumentar presupuestos en salud y educación, entonces nuestro país sería mucho mejor de lo que ya es. Es simple, un ciudadano con educación y con todas sus facultades físicas y mentales en funcionamiento, es un ciudadano productivo. Pero bueno, eso es otro tema.
Al entrar al quirófano me saludó la médico anestesista, me explicó lo que me iban hacer y que me iban a dormir para que no estuviera nerviosa. Mientra ella hablaba yo veía hacia el techo una lámpara con luz blanca (por cierto muy moderna la lámpara) frente a mí había una pantalla muy grande en donde estaban proyectando mis radiografías, tomografías e imágenes de mis pies. Pero después en el techo comencé a ver una especie de vapor, eran como figuras blancas de vapor con brillos o burbujas brillantes y entonces le pregunté a la doctora que si ya me había comenzado a dormir y me dijo que todavía no me ponía nada que ella me iba a indicar el momento para que yo estuviera consciente del proceso. Entonces volví a ver hacia el techo y allí estaba ese vapor brillante que me llenó de paz, alcé mi mano para tocarlo y se acercó el doctor: "¿Tiene algún problema?" -preguntó. "No, sólo dígame si hay una especie de vapor o algo que pongan en el aire, mire". Traté de tocarlo nuevamente, pero el doctor tomó mi mano y la bajó, me dijo: "No hay nada señora, ya está alucinando y no le hemos puesto nada". Entonces yo me reí y por algún motivo me sentí muy feliz, sabía que la gloria de Dios estaba en ese lugar. El doctor dijo: "Ya duerman a la señora". Vino la doctora y me indicó, "Señora, en este momento le estamos aplicando lo que le va ayudar a dormir." Inmediatamente me perdí.
No recuerdo nada, después me dijeron que hubo un momento en el que tocí mucho y no podía respirar, así que disminuyeron la dosis que me mantendría dormida, pero no recuerdo nada, desperté cuando ya estaban terminando de ponerme el yeso. El doctor Silva me dijo que todo había salido bien y había sido un éxito. No me sentía mal, no tenía miedo, ni sentía aquel frío que da al despertar de la anestesia, no sentí dolor, ni angustia. (Veinte años atrás ya me habían operado de mis pies, por eso ya sabía todo lo horrible que es despertar de la anestesia, pero en aquellos años no tenía ninguna relación con Dios, así que puedo decir contundentemente que vivir con Jesucristo a vivir sin él es un abismo de diferencia.) Despertar de esta anestesia, fue despertar en los brazos del amado que te da seguridad, calor, amor y nada te duele. Él estuvo allí, no lo ví, pero no fue necesario, su amor me arropó de muchas formas. Al regresar a mi cuarto mi hermana me recibió y me dijo: "Gaby, te ves muy bien, como si nada ¿estás bien?" Evidentemente, el amor de Dios es increible.
Ahora sé lo que significa ser hija de Dios, vivimos en este mundo, pero no somos de él, somos ciudadanos del reino de los cielos y podemos dar testimonio de lo real que es. Si quieres experimentar lo mismo, sólo entrégale tu vida a Jesús ¿Cómo? Sólo se lo tienes que pedir, dile que quieres que él sea tu Señor y salvador.